Tras la desaparición de la civilización micénica, que era una monarquía, los griegos formaron pequeñas comunidades, que evolucionaron en el siglo VIII a.C. y se convirtieron en ciudades. Estas ciudades se conocieron con el nombre de "ciudades-estado" o polis.
A diferencia de las ciudades de los grandes imperios (Mesopotamia, Egipto, Persia), que estaban organizadas alrededor del palacio real y del templo, el centro de la polis lo constituía el ágora,
un espacio abierto donde los ciudadanos acudían para comerciar y para
intercambiar ideas. En el ágora tiene lugar la vida política de la
polis, y en ella surge también la filosofía griega.
El aspecto orográfico de Grecia
hizo que las polis se situaran en su gran mayoría en territorios
costeros de difícil acceso y en valles que estaban rodeados por
montañas.
Las polis se constituyeron como una unidad política, social y
económica de Grecia, pero si bien compartían una lengua, religión común,
lazos culturales y una identidad racial e intelectual que exhibían con
orgullo, los habitantes de estas ciudades no pudieron fundar un estado
unificado. Existía una gran rivalidad entre las diferentes polis,
consideraban que el reducido tamaño de cada una era lo más idóneo para
practicar una adecuada política y economía .
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